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Murales en cinco haciendas del centro de México

Durante la primera mitad del siglo XX, en la zona central de México, el pulque producido a partir del agave (maguey) era todavía una bebida alcohólica ampliamente difundida, no sólo en las áreas rurales. Dado que no se podía conservar, su distribución a distancias mayores era difícil si no imposible. Fue apenas gracias al ferrocarril que se hizo posible el abastecimiento de las grandes ciudades, en especial la capital. En la cercanía de las líneas férreas se establecieron extensos cultivos de maguey en una serie de haciendas. Algunos de los propietarios controlaban el mercado metropolitano y se hicieron ricos con la venta de la bebida en las ciudades, si es que ya no lo eran de antemano.

Aparte del aguamiel obtenido del maguey, la producción de pulque para el mercado requería de grandes bodegas de fermentación (tinacales). Fue así que en algunas haciendas se construyeron amplias naves, generosamente decoradas y con frecuencia provistas de murales en sus paredes interiores. Éstos eran encomendados a pintores regionales o a artistas renombrados. Entre los años ochenta del siglo XIX y los años veinte del siglo XX se puso de moda la decoración de los tinacales con murales. Éstos son documentos de la estilización de la vida en las haciendas así como de los mismos propietarios y constituyen vestigios de la época de la pax porfiriana (1876-1911), durante la cual no pocas haciendas tradicionales fueron ampliadas con nuevas instalaciones operativas y se construyeron lujosas casas principales.

Traducción del alemán: Edda Webels

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